Ahora puedes Googlear desde "Ni está ni se le espera"

Búsqueda personalizada

lunes, abril 09, 2007

La vida tiene estas cosas Don Arturo


El siguiente texto no es reciente (le calculo un par de años), pero publicándolo espero tengan alguna clave de cómo empezó a darse esta afición mía a contar públicamente lo que de cuando en vez pasa por mi cabeza. Y así al menos queda salvaguardado en algún sitio. Es una carta abierta a D. Arturo Pérez Reverte, tipo genial el cartagenero moreno, y dice:



La vida tiene estas guasas Don Arturo.

Me va a permitir el tratamiento porque le supongo bachiller, por el respeto que me merece y, aunque sólo sea, por aquello de que a poco me dobla la edad. Pues que me encontraba yo dándole a sus artículos de “El Semanal”, libro adquirido hace unos días vía Círculo de Lectores, oferta 2 x 9,95 (iba a acompañarle “El paraíso en la otra esquina”, pero agotado, el albedrío del jaco que me lo sirve lo sustituye por algo llamado “El diccionario de los sueños”, que ya tiene bemoles la cosa...), y en estas salgo del curro una hora y media tarde, son las nueve de la noche cuando llego a mi barrio, tengo dolor de cabeza y me digo: “¡Qué cojones! Mi chica trabajando; mis papis, como que ya no me necesitan; primer día auténticamente de primavera en los Madriles desde que el Generalísimo era cabo”... Total, que me siento en una terraza (bulevar de Peña Gorbea, Puente de Vallecas), y me meriendo las últimas ochenta páginas de su “Con ánimo de ofender” a la luz de las farolas que se reflejan en un gin-tonic. De Larios: mi camarera brasileira confiesa que lleva en la capital del imperio sólo un mes, y cuando pido Tanqueray, o Bombay en su defecto, la pobre debe pensar “¿qué coño me estará pidiendo el jodido este de la corbata?”.

Pues lo dicho, que me siento como le digo, más solo que el padrino de una boda acoquinando la dolorosa, y entre página y página me fijo en las otras dos únicas mesas ocupadas: Una por un morito de tupé cuidadosamente recortado, gallardo con dos moritas morenas y guapas; la otra por un matrimonio joven de currantes con suegros, de esos que cuando se recogen, el abuelete se regaza colocando con cuidado las sillas de plástico barato e incómodo que han ocupado, una a una, como si fueran las del próximo convite de boda a celebrar en el solar de lo que fue el viejo Alcázar.

Y en éstas estaba uno, y en escuchar a cinco yonkis de los de los tercios viejos del barrio, perennes como la funeraria en un par de bancos del paseo, que con lengua de trapo hablan de toros y rasguean una guitarra, ¡joder, como en una estampa de Goya!, cuando en veinte páginas me llego a sus letras del año 2001 en las que habla de su sana costumbre de ejercer de francotirador de terrazas, del Central de Málaga, y de la relación que hace del pelotón de “peculiares”.

¡Coño! me digo, y usted permitirá el taco, la vida tiene estas cosas: que me he tenido que pellizcar, que he mirado por encima del hombro a un lado y a otro buscando la cámara oculta. Que me he dicho: “Matrix, chaval@, que esto será un dellavé y tal, pero me entero, eh?”. Porque si no estuvieran en mi DNI de españolito mi nombre y retrato, por la leche que mamé que me creo que soy el mismo Reverte, fíjese usté.

Para colmo, una rumanita callada con excelentes modales de apetecibles y generosas caderas, enfundada en vaqueros de rastrillo y sudadera marca “Atrilas, que te rilas”, me deja un mechero y un papelito fotocopiado (“Soy rumana, 8 hermanos, padre muerto, madre enferma...” de lo que el 75% es mentira, lo sé; o a lo peor no), cuyo dorso me parece ideal para anotar estas palabras.

Y ahora dígame que la cosa no tiene guasa.

P.S.: A la chica rumana, en su recogida de beneficios, le he dado tres euros, por su educación y sonrisa, y algo más en moneditas doradas por el mechero.

El papel, lo ha recogido rápidamente y no me he visto capaz de reclamárselo. Así que finalmente esto lo escribo con rotulador negro sobre el resguardo de un fax enviado al tasador de mi puñetero apartamento (en el Puente también, me tira el barrio), del que no tengo que decirle que me cuesta un güevo y la clara del otro.